05/12/2012Presidente

La presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores Cospedal, preside el acto de conmemoración del XXXIV aniversario de la Constitución española

Buenos días a todos. Señor presidente de las Cortes, señor presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, señor fiscal superior de Castilla-La Mancha, señores consejeros, señor delegado del Gobierno de España en Castilla-La Mancha, autoridades civiles y militares, muy buenos días a todos y en particular a los representantes de toda la sociedad civil de la región, y también a los tres niños, tres escolares, paisanos nuestros, que han recibido hoy el premio ‘La Constitución y los niños’, convocado por las Cortes de Castilla-La Mancha. Y quiero agradecer a las Cortes de Castilla-La Mancha, representadas aquí en su Mesa, bienvenidos a todos, esta magnífica iniciativa para acercar nuestro texto fundamental a los más pequeños, porque es el texto de convivencia en el que tienen que desarrollarse a lo largo de sus vidas. En la historia, en ese taller de Dios que decía Goethe que era el mundo, y que era el devenir del hombre, los momentos extraordinarios, los momentos especiales no son muchos. Generalmente la historia es una sucesión de momentos más o menos triviales, salpicada de momentos especiales. A veces ocurre un milagro, dicen unos, a veces un acontecimiento extraordinario, dicen otros, y algo cambia. Y los acontecimientos y los hombres y las mujeres que protagonizan estos acontecimientos alumbran momentos inolvidables y también irreemplazables. El 6 de diciembre de 1978 y las fechas que tuvieron lugar con anterioridad, y después también, fueron unos de esos momentos excepcionales, un momento resplandeciente y unos días en los que la historia de España cambió, y cambió para bien. Un momento estelar para nuestra historia. La Constitución española de 1978 es, sin duda, y compartida por muchos esta afirmación, uno de los éxitos colectivos más importantes de la sociedad española. España es hoy una nación donde la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político tienen garantía de ley. España es hoy un Estado que fundamenta su orden político en la paz social, en la dignidad de la persona y en los derechos inviolables que le son inherentes. Y España es hoy un país donde los poderes públicos están obligados a remover los obstáculos que impidan o dificulten la libertad y la igualdad. En fin, España es hoy una sociedad moderna plenamente integrada en la Unión Europea, con voz y con voto en los organismos y en las instituciones del mundo occidental. Si hoy disfrutamos de todos estos derechos, si hoy los españoles somos dueños de nuestra voluntad política, y si hoy gozamos de la condición de ciudadanos es porque en 1978 el coraje de muchos hombres y mujeres, el coraje de todo un pueblo debería decir, alumbró nuestra Constitución. Por lo tanto, hoy, por mañana que es 6 de diciembre, es un día de celebración. Conmemoramos algo muy importante, que hace tres décadas el consenso y la concordia dieron paso a una historia de España donde la libertad y la igualdad fue lo que imperó sobre cualquier otro objetivo. Celebramos también que los españoles, en un acto de generosidad sin precedentes, decidimos convivir unidos y hacerlo en el marco de una monarquía parlamentaria y amparados por un Estado de derecho. También celebramos que el pueblo español, animado por el afán de construir un futuro mejor, edificó sobre las ruinas de un régimen totalitario, una sociedad nueva, democrática y tolerante. Thomas Paine, uno de los fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica, decía que ninguna Constitución puede ser la norma básica de un pueblo si el pueblo entero no la ha elegido. Y así ocurrió en nuestra transición democrática. Frente a todas las constituciones que ha tenido la historia de España, la Constitución del 78 se identifica, no con una posición política o no con un partido político o no con una circunstancia concreta de quien gobernaba en ese momento. La Constitución se elaboró con la firma y con la firme voluntad de ser la Constitución de todos. Hoy es la Ley de leyes. Hoy es capaz, también, de enmarcar el espíritu de la concordia, que hace más de 30 años imperó en nuestra sociedad, y que tenemos que recuperar con una urgencia absolutamente radical. Lo ha dicho el presidente de las Cortes. Hubo muchas renuncias y muchos sacrificios para dar lugar a nuestra Constitución. Como dijera en la celebración del 25 aniversario de nuestro texto fundamental Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, la Constitución española fue un enorme acto de generosidad que se fundamentaba en renuncias y en sacrificios muy importantes, pero que tenían un objetivo, y ese objetivo era buscar el interés general, asentarse sobre el consenso y buscar la prosperidad y un futuro para nuestro país. Esto es en lo que creyeron los padres constituyentes, y estaban guiados por esa voluntad de conquistar el futuro. Y también tenían claro que cualquier paso que se diera adelante era un paso que en ningún caso podía poner en peligro ni la libertad ni la paz. La Constitución, como es lógico teniendo en cuenta de dónde somos, y somos españoles, bebe de las fuentes de la filosofía política occidental. Y dice algo claro y meridiano, que el poder proviene del pueblo, y que nuestra organización, la que nos hemos dado, tiene que ser fruto de la decisión de este pueblo. Y el pueblo somos todos, y somos todos los que integramos esta gran nación y nuestro Estado que se llama España. Por lo tanto, la residencia de la soberanía nacional en el pueblo español es una de las cuestiones que más identifican, frente a otras muchas cosas, nuestro texto fundamental. Y aquellos que en algún momento de nuestra historia, y lo hemos vivido en momentos recientes, han tratado o tratan de poner en duda el concepto de soberanía nacional, residenciándola en aspectos políticos o identificaciones políticas o territoriales distintas del territorio español y de los ciudadanos de toda España, sencillamente se equivocan. Si se pone en duda en quién se residencia la soberanía nacional, es decir, en el pueblo español, ¿quién pondrá los límites? ¿Hasta dónde podremos llegar? ¿Va a ser sólo una parte de nuestra nación la que decida por todos? ¿Va a ser sólo la población de una provincia de nuestra nación la que decida por todos? ¿van a ser los ciudadanos de una única o varias comunidades autónomas los que decidan por todos? Porque el pueblo español somos todos. Y, precisamente como somos todos, todos tenemos que decidir sobre nuestro futuro y sobre nuestra organización. Aquella que nos dimos en la Constitución y que, como muy bien reza el texto fundamental, se residencia en todo el pueblo español. Dice también nuestra Constitución que el poder del Estado tiene que ser limitado. Y dice también que los hombres y las mujeres tenemos derechos innatos que todos tienen que respetar y proteger, porque, como ya advirtió Rousseau cuando empezaban los albores de la división de poderes y el reconocimiento de los Derechos Humanos a los ciudadanos de todo el mundo, la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad. Y la fuerza de la Ley tiene que tender siempre a recuperar y a mantener esa igualdad. La Constitución no solo trata de organizar los poderes de Estado; no sólo trata de establecer equilibrios entre el poder político y la libertad en el seno del Estado. La Constitución también guarda, protege y encierra aquellos principios, valores que sustentan la convivencia de una comunidad. La convivencia de los españoles no es posible, si no tenemos bien claro que todos somos iguales ante la Ley. Y si alguno de nosotros es discriminado por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social, entonces no estaremos hablando de una auténtica ‘Ley de leyes’. Lorena nos lo ha explicado muy bien. Lorena es la ganadora del I Concurso ‘La Constitución y los niños’, convocado por las Cortes de Castilla-La Mancha. Y la lección en su dibujo, de ese artículo, el que consagra la unidad y la igualdad radical de todos, sin que pueda prevalecer ninguna circunstancia personal o social a la hora de un tratamiento exactamente igual ante la Ley, creo que demuestra mucho del espíritu cívico y de concordia en el que se están educando nuestros niños. Muchas gracias Lorena y enhorabuena. Nuestra comunidad, nuestra tierra y nuestro país y nuestro futuro tampoco existirían sin la educación y sin la libertad de enseñanza. En estos días se está hablando mucho del Derecho a la Educación. Y cuando hablamos del Derecho de la Educación, aquellos que integramos la comunidad o que integran la comunidad educativa, tanto los alumnos, como los profesores, los padres, las familias y también la administración educativa, tienen que tener y tenemos que tener algo muy claro por encima de cualquier otra consideración. El primer interés es el interés de aquellos a los que hay que educar. Y el interés que tiene que prevalecer siempre es el interés de los niños y niñas a los que tenemos que garantizar el Derecho a la Educación. Cuando hablamos de mantener o no mantener modelos educativos, tenemos que saber previamente si el modelo educativo que tenemos es el mejor para procurar la igualdad de oportunidades o no es el mejor. Yo considero que nuestro modelo educativo, que tantas bondades ha tenido en algún sentido; sin embargo, en otros, fundamentalmente el de garantizar el éxito escolar de la mayoría de los estudiantes o de contener los mejores índices de excelencia educativa, no ha sido el más apropiado. Optar por un cambio en el modelo educativo que tienda a la excelencia y a la consecución de las más altas cotas de calidad, empezando por la educación pública, que es lo que tiene que garantizar la igualdad de oportunidades, y fijarnos más en el contenido que en lo que se gasta en educación; y fijarnos más en la autoridad del profesorado y en la dignidad que hay que reconocerle a los profesores, que en otro tipo de derechos que también pueden ser importantes. Por último, fijarnos más en que todos los estudiantes puedan terminar la educación obligatoria y lo puedan hacer dentro de unos índices de calidad y de excelencia, que a diferencia de lo que nos ocurre ahora, podamos ser la envidia del mundo occidental, son los objetivos que tenemos que alcanzar. Por lo tanto, cuando nuestra segunda premiada, María, se refería al Derecho a la Educación y a la Libertad de Enseñanza, decía, y decía muy bien, ‘el Derecho a la Educación es un Derecho Fundamental’. El Derecho a la Educación que garantice la igualdad de oportunidades de María y de todos los niños de este país. Muchas felicidades. También saben que hoy, en concreto hoy, estamos celebrando la Constitución, pero saben que hoy, día cinco de diciembre es el Día Internacional del Voluntariado. Es un día en el que se reconoce la labor de cientos de miles de hombres y mujeres que se dedican de manera altruista a entregar una parte muy importante de su tiempo, de su trabajo, de sus desvelos, a cuidar especialmente de aquellos que más lo necesitan. Por eso, hoy, si cabe, más que nunca cobra especial relevancia que un niño, Jaime, nuestro tercer premiado, se haya fijado en el artículo 49 de la Constitución, que habla de las personas que tienen capacidades distintas. Yo creo que acordarse, a la hora de celebrar la Constitución, de aquellos que tienen más barreras y más fronteras a la hora de disfrutar en plenitud de nuestros derechos y libertades es un signo de solidaridad, también, y de convivencia que honra a nuestros escolares. Por eso, Jaime, en nombre de todos, yo te quiero dar las gracias y la enhorabuena. Señoras y señores, nuestra Constitución ha logrado con creces los tres objetivos que, desde mi punto de vista tenía, que cumplir de forma más imperiosa. En primer lugar convertir lo que era una suerte de monarquía no bien definida, pero en todo caso una monarquía autoritaria, configurada por una legislación que provenía de una dictadura, en una monarquía parlamentaria y representativa de lo que es hoy España. En segundo lugar, la obligación de establecer los límites del poder propios de un Estado de derecho como es el Estado español. Y por último, también la Constitución fue capaz de recoger la pluralidad y la diversidad de todos los pueblos de España. Y precisamente, al hablar de la diversidad y la pluralidad de todos los pueblos de España, yo quiero traer aquí una idea, y es que no hay patriotismo español más fecundo que aquel que reconoce la pluralidad y la diversidad de todas aquellas culturas que integran la nación española. No hay ninguna norma tan amplia, tan elástica y tan generosa como la Constitución española, dentro de la cual pueden vivir en comodidad y con comodidad todos aquellos que se sienten españoles, de una u otra manera, pensando de una u otra manera, y aquellos también que además de españoles se pueden sentir otras cosas. El espíritu de la Transición dio como resultado nuestro Estado autonómico, y aquel espíritu de la Transición configuró un Estado autonómico que es una modalidad más de lo que podría ser una suerte de Estado federal, que declara la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Pero también reconoce y garantiza la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran la nación española, y la solidaridad entre todas ellas. Y ha sido una voluntad mayoritaria, la voluntad mayoritaria del pueblo español, la que tres décadas después, sigue opinando exactamente igual. No solo reconoció la Constitución los derechos forales históricos, sino que, además, la constitución posterior, la creación posterior, en virtud de la autonomía reconocida en la Constitución de las distintas comunidades autónomas, ha ido creando también dentro de nuestro país el orgullo de sentirse castellano, castellano-manchego, castellano y leonés, asturiano, murciano o valenciano. Todo ello también ha permitido un resurgimiento de un gran acervo cultural e histórico que, seguramente, también había sido olvidado o abandonado en nuestro país. El Estado de las autonomías, por lo tanto, ha sido pródigo en bondades, y lo ha sido, y ha sido el modelo en el que hemos convivido más tiempo en paz, prosperidad y en bienestar en nuestro país. Ha permitido además que en estos 34 años el margen entre las diferencias económicas entre los ciudadanos que viven en distintos territorios, hoy ya, desde hace ya mucho tiempo, comunidades autónomas, el margen económico o las diferencias en renta per cápita se haya estrechado mucho. Muchos ciudadanos sin embargo, y seguramente muchos de los que están aquí presentes, creen que el Estado de las autonomías, hoy se tiene que poner en cuestión, pero yo les digo sinceramente, no creo que la desafección por algunos gestores públicos, o políticos, ni tampoco el hecho de que hoy estemos en una situación de crisis económica nos tenga que llevar a demonizar nuestro modelo de Estado. Nunca España ha disfrutado de un periodo tan largo de bienestar social y de prosperidad política. Y no podemos de ninguna manera, desde mi punto de vista, confundir el abuso y el exceso en el modelo autonómico con lo que el modelo autonómico pretendía ser y tiene que seguir siendo. Abusos, los ha habido, corrijámoslos, y ha habido excesos, los ha habido, y podemos corregirlos, y tenemos la capacidad para poderlo hacer, y tenemos la inteligencia, y tenemos las leyes para poderlo hacer. Es verdad que hay muchas duplicidades, es verdad que hay demasiados paralelismos, es verdad que se ha multiplicado el número de personas destinadas a la realización de funciones públicas, es verdad que tenemos que garantizar un Estado de las autonomías, un Estado descentralizado administrativamente, y también políticamente, que sea capaz de ser sostenible en el tiempo, pero yo considero que todo eso lo podemos hacer, solo hace falta tener sentido común, también saber administrar con austeridad y con sobriedad, y tener bien claro que de esta manera, podremos también garantizar la sociedad del bienestar que hemos construido entre todos, que es otro de los grandes logros de ese Estado social y democrático de derecho que consagra nuestra Constitución. Si verdaderamente creemos que la Constitución es la clave de bóveda en la que se asienta toda la arquitectura institucional de nuestro país, y si verdaderamente pensamos, como yo al menos pienso, que es la garantía del disfrute de derechos y libertades por los ciudadanos de nuestro país, sea cual sea el lugar del territorio nacional donde residan, o donde vivan, o al que pertenezcan, entonces nos daremos cuenta de la transcendencia de respetar y mantener nuestro texto fundamental. Entre 1812 y 1978 los españoles hemos tenido doce constituciones. Doce constituciones si incluimos las leyes fundamentales del franquismo. Han sido bastantes. Cada Constitución era de aquél que gobernaba en su momento. Y por eso en 1978 parecía imposible la estabilidad política que es la que da origen a lo que entonces se empezó a llamar lo estato por Nicolás de Maquiavelo, el Estado, en el nacimiento de los estados, nación. La estabilidad política es un tesoro que tenemos que mantener, porque de la estabilidad política viene también la estabilidad social y viene también la estabilidad económica. Debemos salvaguardar la voluntad popular, y la voluntad popular es la de todos los españoles. Porque la soberanía nacional, junto con el estado de las autonomías, junto con el pluralismo político, la libertad y la igualdad, son frutos de aquella generosidad compartida de todo el pueblo español. Y ha permitido dar rienda suelta a la voluntad democrática de los distintos pueblos que integran España, nuestro país. También sabemos, y con esto quiero concluir, que la Constitución española fue, en tiempos, la carta de presentación que los españoles llevábamos al selecto círculo, entonces, de sociedades democráticas europeas. Seguimos siendo un gran país, y somos la nación más antigua de Europa. Y en 1978 los españoles ratificamos y reivindicamos nuestro deseo de pertenecer definitivamente a Europa y al mundo. Se obró entonces una de esas circunstancias excepcionales a las que me refería al principio. Y 34 años después la convivencia es más posible que nunca. Y aquello no fue fruto de una casualidad. Y la Constitución también se alumbró en momentos de extrema dificultad económica y en momentos sociales de una gran convulsión, fruto de la transición y de la generosidad de muchos. Y la generosidad a la hora de mantener lo que tenemos y sacarle el mejor provecho, para dotar a nuestra organización política, al Estado y al país de la garantía para el crecimiento económico y la futura prosperidad es una responsabilidad que hoy, 34 años después, también tenemos las generaciones a las que nos corresponde hoy administrar los asuntos de todos. Creo que como españoles y castellano-manchegos que somos, orgullosos de serlo, sin duda el mejor regalo que podemos dejar a nuestros hijos es un gran texto que nos dote de estabilidad, garantía de paz y prosperidad. María Dolores Cospedal. Presidenta de Castilla-La Mancha