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12/04/2003Consejería de Educación, Cultura y Deportes
A petición de la Consejería de Educación y Cultura que lo distribuirá ampliamente coincidiendo con esta celebración

ANTONIO GALA ESCRIBE ESTE AÑO EL MENSAJE PARA EL DÍA DEL LIBRO EN CASTILLA-LA MANCHA

“Con un libro en las manos me invade la certeza de ser un hombre solidario de los otros, muertos o por venir”. Así dice una de las frases que el escritor Antonio Gala incluye en su mensaje para la celebración del Día Mundial del Libro, y que ha realizado, desinteresadamente, a petición de la Consejería de Educación y Cultura, que lo difundirá ampliamente con esta ocasión.

Al margen de esta actividad, la Consejería está preparando, a través de las cinco bibliotecas públicas cuya gestión tiene directamente encomendada, una serie de actos para celebrar dicha conmemoración, que se darán a conocer próximamente.

Reproducimos a continuación, íntegramente, el texto de Antonio Gala:

Mensaje para el Día Mundial del Libro del año 2003 en Castilla-La Mancha. Antonio Gala

Los libros son como una pértiga que te lleva de una geografía a otra y de una cronología a otra. Yo percibo su calidad de testigo que pasa de un alma a otra, subrayada y multiplicada. Un objeto cotidiano y tranquilo en cuyo regazo se apacienta aún toda la sabiduría, toda la inquietud, todo el desastre y el triunfo de los hombres. Son ellos, los libros, independientemente de su contenido, quienes retardan o apresuran el ritmo de la mañana y de la tarde.

Se ha dicho: el fin de la escritura ha llegado; los hombres aprenden escuchando y mirando; la imagen tomó posesión de la cultura. El solitario ve el aparato sordomudo, y acaricia los libros. Ellos son sus pontífices: abaten, al abrirlos, sus puentes levadizos entre una y otra época, entre un país y otro, entre una y otra alma, y una y otra opinión. El lector necesita ser su cómplice, hundirse en ellos, colaborar con ellos, ofrecerse. A cambio recibirá lo mejor de otro ser: una compañía que no le habría proporcionado con su convivencia, por encima del espacio y del tiempo.

Algunos amigos me acompañan durante un largo trecho; consuelan mis decepciones; me hacen reír o sonreír; me contagian su impulso. Pero a uno sólo, desde que me conozco, no he dejado de ver ni un día. Él restaña, sin preguntarme nada, mis heridas; a su través atisbo el origen del mundo y su proyecto, su profecía y su memoria; por él recibe mensajes de quienes vivieron en otra geografía y otro tiempo... Más accesible que todos los grandes descubrimientos, más íntimo que cualquier religión, más duradero que cualquier amor, más seguro y disponible que los demás amigos.

Con un libro en las manos me invade la certeza de ser un hombre solidario de los otros, muertos o por venir.

Leer no es ir a guerra alguna. En la misma página que un libro se os vuelva duro, árido o ingrato, dejadlo: no es el vuestro. El libro ha de ser cómplice, sugeridor y susurrante. Ha de llevaros, como de la mano, al paisaje en que os encontréis -más luminosos y más fértiles, sí cabe- con la mejor imagen que habéis soñado de vosotros mismos. Con la mejor imagen de cuanto aspiráis a estar rodeados; de cuanto aspiráis a ser o a conseguir.

Si un hombre conserva la capacidad de admiración que tuvo de niño, y la capacidad de sorpresa y de curiosidad infantiles, es decir, si un hombre es un verdadero hombre, lo deberá a los libros que lo han enriquecido. Si un hombre se siente eslabón de una gran cadena humana, es porque se ha confundido -fundido con- y ha consentido -sentido con- en lo que millones y millones de otros hombres, distantes en el espacio y en el tiempo, aspiraron en común y soñaron. Eso sólo a través de los libros puede conseguirse. El libro es lo que nos purifica y multiplica, lo que nos prolonga, lo que nos reclama, lo que nos humaniza. Él funda una comunidad de lectores, pertenecer a la cual me enorgullece y me emociona.

Antonio Gala

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