Una región joven con siglos de historia

Parque arqueológico de Segóbriga

En torno al siglo IV a. c., las culturas ibérica y celtibérica estaban ya asentadas en los territorios que hoy conforman Castilla-La Mancha. A finales del siglo II a. c., se tiene ya constancia de incursiones romanas que luchan contra tribus íberas o celtíberas y acaban instalándose en la Región. Con la decadencia del Imperio romano, diversas tribus germánicas comienzan a penetrar en la península y el pueblo visigodo ocupa estas tierras, eligiendo Toledo como capital política y religiosa.
 
A partir del año 711, los árabes se asientan en la península y comienza una larga época de coexistencia y superposición de culturas, religiones y lenguas. Tras la desmembración, a comienzos del siglo XI del Califato de Córdoba, surgen en la península diversos reinos de taifas, entre los que destaca el reino medieval de Toledo cuyo territorio coincide en gran parte con la actual Castilla-La Mancha.
 
Estos reinos de taifas tuvieron un importante esplendor artístico y cultural, pero su debilidad política los hizo más vulnerables para los reinos cristianos que avanzaron lentamente desde el norte y conquistaron las principales plazas y territorios bajo poder político musulmán: Alfonso VI toma en el año 1085 Toledo, una de las ciudades más importantes de Al Andalus; y Alfonso VIII, la ciudad de Cuenca en 1177; Alfonso X funda en 1255 Villa Real, luego llamada Ciudad Real. Numerosos castillos y fortalezas nos recuerdan el carácter fronterizo de nuestro territorio en época medieval.
 
En este proceso militar y repoblador, la Corona cuenta con la ayuda de las Órdenes Militares, a las que, en pago a sus servicios, los reyes otorgan extensas tierras en calidad de señoríos. En la Región intervienen muy activamente las Órdenes de Calatrava, San Juan y Santiago.
 
El episodio de las comunidades castellanas, de amplia incidencia en la Región, significa un inicial levantamiento de la nobleza contra un rey con costumbres extranjeras –Carlos I- y una verdadera revuelta campesina; la virulencia de ésta provoca que los señores se apiñen junto al monarca para aplastar la sublevación popular.
 
En el siglo XVI, se producen importantes incrementos en población y en la producción agraria, que disminuyen notablemente en la siguiente centuria como consecuencia de pestes, hambrunas y emigraciones. En el siglo XVIII, se asiste a un nuevo auge demográfi co y la extensión generalizada de los cultivos, sobre todo el trigo y la vid.
 
Las sucesivas crisis de la Monarquía, la etapa de la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Segunda República se viven en la Región con similar intensidad a la del resto de España.
 
Las décadas que siguieron a la Guerra Civil estuvieron marcadas por la masiva emigración de castellano-manchegos, tanto hacia los centros urbanos de otras regiones como al extranjero. A lo largo de los años 50 y 60, más de medio millón de castellanomanchegos emigraron mayoritariamente hacia Madrid, Valencia y Cataluña.
 
Una tendencia que, sin embargo, hemos logrado invertir. Hemos pasado a ser una Región receptora de población. Nuestro saldo migratorio ahora es positivo.
 
La promulgación de la Constitución Española de 1978, con la creación del Estado de las Autonomías, es el punto de partida para una nueva época. Cuando el 16 de agosto de 1982 se publicó el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha no se cerraba ningún proceso; la autonomía no venía a colmar ninguna demanda histórica, sino que era un instrumento de futuro, un acelerador histórico. Necesitábamos autonomía para acabar con la marginación y el abandono que estas tierras habían padecido durante siglos.
 
Las Cortes de Castilla-La Mancha aprobaron por unanimidad de los dos grupos parlamentarios la toma en consideración de la Proposición de Ley de reforma del Estatuto de Autonomía. Se constituyó una Comisión Permanente Legislativa en la que la sociedad castellano-manchega ha sido escuchada.
 
Castilla-La Mancha ha adquirido identidad, tiene un alma social que antes no tenía. Hemos pasado de ser un territorio sobre el que se hacía política sin contar con los ciudadanos a ser hoy un sujeto de derechos capaz de construir su propio futuro. El autogobierno ha sido el principal motor del despertar de Castilla-La Mancha. Hoy, somos una Región con voz propia que cuenta en el ámbito de la España autonómica.